(LA SOLEDAD DEL ANTIHÉROE)
Siempre me he preguntado por qué algunas personas van siempre contracorriente. Si es un acto de rebeldía, un producto de la frustración por no encajar, una llamada de atención o simplemente el espíritu de la contrariedad decidido a retar al mundo.
Lo cierto es que cuando era pequeña (tres o cuatro años, demasiado pequeña para dejarme llevar por esos engaños del ego) me encantaba el color rojo: fuerte, cálido y brillante… recuerdo cómo cautivaba siempre de primero mi atención. Pero un día alguien me dijo “el color rojo es para niñas y el azul es para niños”. Como supondréis no iba a permitir que por ser de un determinado sexo se me prohibiera un color y se me impusiera otro, y desde entonces el color azul fue mi favorito, hasta que, ya de adulta y con colores favoritos superados (a excepción del negro por supuesto) recuperé aquel recuerdo olvidado de mi temprana tozudez.
Eso sí, esta forma de ser (que intento abandonar un poquito porque en los extremos no suele estar la virtud) hace que el camino sea todavía más difícil, aunque por otra parte estoy convencida de que es uno de los motores de la evolución, como individuo y como especie.
Y pensamos que somos pocas y que estamos solas, pero creo que somos muchas las personas que nos resistimos, demasiadas como para seguir sintiendo ese aislamiento inherente. Somos muchas y sin duda somos muy fuertes, tanto que nos mantenemos estoicos ante toda la estupidez mediática que se empeña en que cambiemos, veamos la luz de nuevo, nos unamos a la manada y compremos disfrutemos de la navidad.